De la mano de Renfe-SNCF en Cooperación descubrimos Marsella, una ciudad cosmopolita y algo desordenada que nos invita a descubrir el contraste de sus paisajes y calles que hablan por sí solas.
Texto y fotografía- Pedro Balagué
Bañada por la Costa Azul y puerta de entrada a la región de Provence-Alpes-Côtes d’Azur, Marsella presume de un importante legado histórico y cultural que creció mirando al mar. Fundada alrededor de 600 a.C por los griegos, supuso el comienzo de un largo viaje en el tiempo en el que sucederían multitud de acontecimientos que marcarían un antes y después.
Sus rincones cuentan la historia de la ciudad más antigua de Francia y la segundo más poblada del país galo. Se presenta ante el viajero como señorial y relajada de día, y cuando cae el sol se transforma en una urbe bulliciosa y descarada.
En 2013 Marsella fue nombrada como capital de la cultura, incentivo que ayudó a cambiar parte de la fisonomía de la ciudad con nuevas y mejoradas infraestructuras, principalmente la parte del puerto viejo, una zona llena de encanto, todo un reclamo para la vida social de lugareños y visitantes, con su mercado tradicional de pescado o su paseo semi peatonal rodeado de variados y típicos restaurantes donde poder degustar una exquisita bouillabaisse, sopa de pescado convertida en la receta tradicional marsellesa por excelencia.
Esta zona del puerto es también el punto de salida y llegado de los diferentes barcos con destino al pequeño archipiélago de islas que se encuentran en frente de la ciudad, la isla de Frioul es una de ellas, una zona donde los marselleses visitan con frecuencia en época estival para disfrutar de sus solitarias y pequeñas calas que habitan allí. Durante el trayecto en barco se puede hacer una parada al Castillo de If, fortaleza del S.XI conocida por ser el lugar de encarcelamiento del célebre personaje literario de Alexandre Dumas, el conde de Monte Cristo.
La zona portuaria fue y sigue siendo la puerta más relevante frente al Mediterráneo que conserva esta ciudad, el puerto comercial, situado en el sector este del paseo marítimo, es uno de los ejes económicos más destacados, considerado como el más importante del país, el segundo del Mediterráneo y el quinto de Europa, constituyendo un lugar de paso para las embarcaciones internacionales, tanto de mercancías, cruceros y transporte marítimo.
El Castillo de Saint-Jean del siglo XVII se asienta en el margen costero de Marsella, su posición estratégica sirvió como vigía de posibles ataques por mar, después de la Revolución Francesa pasó a convertirse en prisión, actualmente es uno de los monumentos más visitados, tiene unas excelentes vistas de la fachada marítima y de gran parte de la ciudad, a través de una pasarela se comunica con El MuCEM (museo de las civilizaciones europeas) dedicado a la cultura y la historia del Mediterráneo e inaugurado en 2013.
En el lado contrario al museo, en una planicie en la zona del barrio de Joliette, se encuentra la Catedral de Marsella del S.XIX, conocida también como la Catedral Santa María la Mayor. La combinación de los diferentes materiales románicos provenzales y neogóticos unidos a los detalles bizantinos de la fachada, lo convierten en un templo único.
Ubicada en lo alto de una colina a poco más de 150 metros sobre el nivel del mar, resurge la Basílica Notre Dame de la Garde de estilo neo-bizantino. En el S.XIII este templo se convirtió en el lugar de culto para los marineros. Desde esta zona se puede disfrutar de una extraordinaria panorámica de 360º de toda la ciudad. Sobre la torre del templo a una altura de unos 10 metros se sitúa la estatua de la Virgen custodiando Marsella.
Este lugar es todo un emblema para la ciudad y el más visitado por los turistas, para llegar a este punto es recomendable hacerlo con transporte público o con el bus turístico, el trayecto es una subida prolongada y la mayoría del camino está expuesto al sol.
Aunque conocer realmente la esencia de esta ciudad de ambiente cosmopolita y algo caótica, la mejor forma es perderse entre sus rincones llenas de historia. Le Panier es el barrio más antiguo de Marsella, un lugar imprescindible para descubrir la autenticidad de esta urbe, sus calles estrechas están decoradas con llamativo grafitis y murales llenos de color, pequeñas cafeterías con aires bohemios y tiendas que atraen las miradas, entre ellas podemos encontrar algunos pequeños comercios dedicados a la venta del famoso jabón de Marsella, un souvenir imprescindible que todo turista debe adquirir en su visita a la ciudad.
Marsella es una ciudad que podemos visitarla en un fin de semana, la mejor alternativa para poder viajar hasta el destino y de una forma más sostenible es con Renfe-SNCF en Cooperación, une España y Francia en alta velocidad. Desde Madrid se tardan 8h y a Barcelona 4,50h con un trayecto diario desde ambas capitales.
Renfe-SNCF en Cooperación ofrece 8 frecuencias diarias en ambos sentidos desde Madrid Zaragoza Tarragona, Barcelona Gerona, y Figueras Costa Brava, a trece ciudades francesas con destino París, Lyon y Marsella.